Decepciona ver que los colombianos no quieren ser llamados colombianos, que prefieren vivir en cualquier país con
problemas sociales resueltos, a construir una vida resolviendo los problemas de
Colombia. Que cobardes y malagradecidos son todos quienes llenan sus días de
quejas hacia la situación nacional pero demuestran indiferencia cuando se trata
de generar un cambio. ¿Por qué no querer el país que te vio nacer, que te alimenta
y te mantiene vivo? ¿Acaso los problemas no hacen parte también de la realidad?
Querer mejorar la calidad de vida, huyendo al lado de aquellos que ya arreglaron
sus problemas, no es progreso, si no debilidad.
Se les pregunto a once colombianos
tomados al azar, que país elegirías si tuvieras la oportunidad de escoger tu
lugar de nacimiento y solo cuatro respondieron Colombia. No hay cultura de
propiedad en este país donde los mismos ciudadanos se avergüenzan de su procedencia,
donde se rechaza lo propio y se desea lo ajeno y donde el sueño de muchos es ir
a vivir a otra nación. Pero ¿Por qué no quedarse y construir un estado justo y
equitativo? Innegable es el hecho de que Colombia está llena de problemas que
comienzan con corrupción y terminan en pobreza, pero también es cierto que existen
personas con potencial y capacidad para cambiarlo y que bonito seria si todos
decidiéramos ser parte de ese cambio.
Hace falta altruismo, sentido de
pertenencia, identidad colectiva y
voluntad para crear justicia e igualdad. Es deber de todos los colombianos
trabajar por el país, pero solo se cuida lo que se quiere. La invitación es
amar a Colombia, aceptarla con sus altos y bajos, quitarse la venda de la
indiferencia, ponerse los pantalones de la conciencia y asumir.